En la noche del viernes 16 de septiembre de 1976, ocho militantes estudiantiles secundarios de La Plata fueron secuestrados de sus casas paternas por grupos de tareas, lo que dio inicio a uno de los crímenes emblemáticos del terrorismo de Estado argentino: la Noche de l ...os Lápices. Arrancados de sus camas con la promesa de que serían devueltos en pocas horas, los chicos de La Noche de los Lápices pasaron por un calvario antes de pasar a integrar la nómina de 232 adolescentes desaparecidos en el país. Llevados al destacamento policial de Arana, convertido en un depósito de presos “por izquierda”, fueron torturados de todas las maneras posibles durante días para sacarles nombres de otros activistas. Militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la organización estudiantil de masas creada por el peronismo revolucionario, para los represores no había demasiadas distinciones entre ellos y guerrilleros. Exponentes genuinos de una generación ansiosa de cambios sociales y políticos que irrumpió en la política con el regreso de Perón al país, en 1972, todos hacían trabajos voluntarios de apoyo escolar, sanitario y jurídico en barrios pobres y habían participado en 1975 de las movilizaciones por el boleto estudiantil secundario (BES). Acaso con los destinos marcados de antemano, siete de esos pibes fueron trasladados al Pozo de Banfield, de donde sólo uno, Pablo Díaz, salió vivo para contarlo. El gobierno bonaerense dispuso la transformación de esas antiguas instalaciones cercanas al Camino Negro en un museo de la memoria. Otros fueron a parar al Pozo de Quilmes, donde al cabo de varios meses fueron “blanqueados” y permanecieron presos hasta cuatro años a disposición del Poder Ejecutivo sin que se les sustanciara proceso ni acusación formal alguna. La noticia del secuestro de adolescentes sacudió en su momento a la capital bonaerense, una ciudad orgullosa de su tradición cultural y educativa donde los juzgados comenzaban a llenarse en esos días con unos 2500 pedidos de hábeas corpus. La mayoría de esos trámites debieron ser presentados por los propios familiares luego de que el secuestro de los abogados radicales Sergio Karakachof y Domingo Teruggi, en la misma semana que La Noche de los Lápices, denotara la transversalidad del terror. Fue como un rayo y nos llenó de espanto por la edad de los chicos”, recordó a Télam la también platense Hebe de Bonafini, “porque algunos eran de familias muy conocidas de la ciudad, como Claudia Falcone. Su papá, un hombre recto y extraordinaria persona, había sido intendente peronista y luego fue secuestrado en la búsqueda ”, evocó. Hubo que esperar la restauración democrática para que el impresionante caso se hiciera universalmente conocido cuando los periodistas María Seoane y Héctor Ruiz Nuñez reconstruyeron paso a paso el testimonio de Díaz, que en el juicio a los comandantes de 1985 se puso la historia al hombro. Entonces militante guevarista, Díaz cree aun hoy que la razzia contra la izquierda peronista correspondió a un plan perfectamente estructurado por el jefe de policía bonaerense, Ramón Camps, para desarticular lo que en los documentos castrenses se había definido como el “semillero subversivo”. Hubo incluso especulaciones de que la fecha elegida correspondía al aniversario de la llamada Revolución Libertadora, que 21 años antes había depuesto al gobierno constitucional peronista. Por curioso que resulte, se trata de un tema controvertido ya que otros sobrevivientes, como Gustavo Calotti y Emilce Moler –que militaban junto al grupo y compartieron jornadas de cautiverio clandestino-, creen que la idea de una sola noche en vez de un largo operativo “es sólo un recorte mediático” de la realidad”. La historia canónica de La Noche contada por Díaz fue llevada al cine con todo su aliento dramático por Héctor Olivera, y batió récord de espectadores en las salas en 1987, el año que la presión militar se encendió en dos alzamientos liderados por los carapintadas de Aldo Rico. Cuando a fines de setiembre de 1988 fue emitida por Canal 9 con recortes, para no irritar la sensibilidad militar antes que la de un público ávido, el rating rozó los 50 puntos y según reconoció después el general Caridi estuvo a punto de encender la tercera chirinada.
Fuente. Gabriela Casanova - Facebook
Melan
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