› CONFIRMARON CUATRO MUERTOS Y 197 HERIDOS EN LOS COMBATES DEL JUEVES
El día después del intento policial
Fue un día sin violencia pero todavía tenso, con los fiscales reuniendo evidencias contra los golpistas, que serán acusados de sedición. Correa recibió el apoyo y la solidaridad de los cancilleres de la región.
Fue un día sin violencia pero todavía tenso, con los fiscales reuniendo evidencias contra los golpistas, que serán acusados de sedición. Correa recibió el apoyo y la solidaridad de los cancilleres de la región.
01-10-2010
Ecuador vivió ayer un día menos tenso, con el presidente Rafael Correa en la Casa de Gobierno, un nuevo jefe de policía y patrullas militares en las principales ciudades del país. Aunque las informaciones fueron contradictorias, los muertos provocados por el intento de golpe fueron por lo menos cuatro y los heridos casi 200. Se decretaron tres días de duelo y se anunció que los policías golpistas serán juzgados por sedición, mientras se estudia si serán además acusados de intento de magnicidio. El gobierno hizo duras acusaciones contra los sectores políticos que apoyaron la intentona.
La grave acusación contra los amotinados fue realizada por Francisco Torres, un asesor presidencial que acompañó a Correa y estuvo también cautivo de los policías. Torres confirmó que el presidente fue “empujado, golpeado y gaseado” al salir del cuartel policial y refugiarse en el hospital y que su impresión fue que los agentes conscientemente querían derrocarlo. “Fueron manipulados, fueron mal informados, pero fue un intento de golpe de Estado y no un reclamo salarial. Correa les explicó que estaban equivocados, que la nueva ley los favorecía”, dijo Torres.
El asesor agregó que “hubo intención de matar al presidente” y que eso no ocurrió porque se refugió en una habitación del hospital, rodeado por varios ministros y funcionarios. “Agreden al presidente, intentan asesinarlo, toman aeropuertos, intentan ocupar el canal público de televisión para tratar de sacarlo del aire... esto sólo puede denominarse golpe de Estado”, definió enfáticamente Torres.
La salida del hospital fue una verdadera aventura, según el asesor: “Primero nos refugiamos en la sala de neonatología, en una oscuridad total. Después salimos hasta un auto blindado, en el que acostamos al presidente y yo entré atrás de milagro, por un hueco de la puerta entreabierta”. El auto logró salir del hospital policial, pese a que recibió cuatro impactos de bala, y afuera se le unió una camioneta de seguridad presidencial, “que se mantuvo fiel en todo momento” pese a que también incluye policías. Torres agradeció a las Fuerzas Especiales, militares y de policías, que ayudaron a recatar a Correa por la fuerza.
Pero el motín forzó la renuncia, ayer, del jefe de la Policía Nacional, Freddy Martínez, que pasó el jueves entero tratando de calmar a sus tropas y evitar el golpe. Martínez explicó que Correa no lo culpaba por el motín, pero que “un comandante irrespetado, maltratado, agredido por sus subalternos no puede quedarse al frente de ellos”. Antes de ser reemplazado en el cargo por el general Floresmilo Ruiz, Martínez pidió públicamente al gobierno que se diera marcha atrás con la nueva ley del servicio público. El mismo reclamo llegó del jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, el general Ernesto González.
El nuevo jefe dijo que la revuelta fue comandada por “un puñado de insensatos, desquiciados, que actuaron de modo violento”, pero que los ecuatorianos “pueden confiar en su policía”. Más tarde, Ruiz se dirigió al cuartel sublevado el jueves, sede del Regimiento Quito, y les habló a sus hombres. El nuevo comandante “llamó a la reflexión” a los policías y les dijo que “la majestad del presidente” no debería haber sido vulnerada.
Al mismo tiempo, el fiscal de distrito Marco Freire trabajaba con sus peritos reuniendo evidencias en el lugar para establecer la cadena de hechos y las responsabilidades por el amotinamiento. Freire confirmó que todos los implicados serán acusados y procesados.
Las calles
La única medida presidencial del día fue el decreto declarando tres días de luto por los muertos en la refriega. Correa no levantó el estado de excepción, con lo que Quito y otras ciudades del país vieron patrullas militares en las calles. Los comercios y los bancos abrieron recién a media mañana y los únicos policías visibles en las calles eran del cuerpo de tránsito. Se anunció que los alumnos volverán a clases recién el lunes. En la autopista al aeropuerto, ya reabierto y operando con normalidad, seguía en su lugar una barrera de grandes piedras colocada por los amotinados. En el centro de la capital, la plaza Grande, donde se encuentra el palacio presidencial, estaba completamente acordonada por militares. En las calles laterales se veían grupos que habían ido a dar su apoyo al presidente. La Fiscalía de Guayaquil, donde los policías se autoacuartelaron, recibió cincuenta denuncias de saqueos y robos realizados el jueves.
En las cercanías del hospital policial tomado por la fuerza todavía se sentía un muy fuerte olor a gas lacrimógenos y una camioneta seguía humeando. En el lugar se veían muebles rotos, ventanas astilladas y marcas de balazos, lo que daba una idea de la fuerza del enfrentamiento. Tirados en la calle se veían todavía volantes de los amotinados reclamando contra el cambio de la ley de empleo público. El director del hospital, César Carrío, confirmó que pese a los destrozos el lugar estaba abierto y atendiendo, y que se había atendido el mismo jueves a 50 heridos en los combates entre policías y militares.
Tres de los muertos en el enfrentamiento del jueves y la madrugada del viernes fueron identificados. Uno es el cabo del ejército Froilán Jiménez, de 29 años, muerto en el tiroteo del hospital durante el rescate del presidente. La muerte de Jiménez conmovió especialmente al país, porque fue vista en directo por televisión y porque el soldado deja un hijo que mañana cumple dos años de edad.
Los otros dos muertos ya identificados son civiles, asesinados en la represión de la marcha de apoyo a Correa que se acercó a su lugar de cautiverio. Son el estudiante de Economía Juan Pablo Bolaños, de 24 años, y Efraín Calderón, de edad y profesión todavía desconocidas. A éstos se les suma al menos uno de los policías amotinados, muerto en el enfrentamiento con las tropas.
Entre los militares y policías leales que tomaron por la fuerza el hospital y rescataron a Correa hubo también 27 heridos, lo que se suma a un número todavía indeterminado de amotinados y a más de cien civiles, hasta llegar a una cifra oficial de 197 en total.
Los civiles
En lo que coincidieron varias voces en el gobierno fue en afirmar que los policías no organizaron ni llevaron a cabo su intentona sin apoyo civil. El renunciado jefe de policía Martínez afirmó que “en la protesta hubo infiltrados que no eran policías y llevaban el rostro descubierto”. El mismo Correa y sus ministros señalaron a la Sociedad Patriótica, que responde al ex coronel y ex presidente Lucio Gutiérrez, derrocado por protestas populares. Miembros de la Sociedad Patriótica intentaron copar la televisión estatal y, al no lograrlo, trataron de cortar la señal.
Gutiérrez rechazó desde Brasil cualquier complicidad con el intento de golpe y dijo que “las acusaciones de Rafael Correa son falsas y temerarias. Siempre me echa la culpa de todo... El gran culpable de este episodio doloroso que ocurrió en Ecuador es Correa, porque su gobierno es abusivo, corrupto y totalitario. Es un gobierno intolerante, que no respeta los derechos de los ciudadanos”.
Curiosamente, Gutiérrez está en Brasil desde el miércoles como observador internacional en las elecciones de mañana. En un reportaje a los medios locales, hasta se permitió dudar de que el episodio haya sido un intento de golpe. “Nadie en Ecuador quiere un golpe de Estado”, dijo ayer. “Correa quiere victimizarse ante el mundo y desviar la atención de la opinión pública del desempleo, de la pobreza y de las denuncias de corrupción. El único golpista es él. El mismo confesó que participó en toda la conspiración que resultó en el golpe contra mi gobierno.”
Ecuador vivió ayer un día menos tenso, con el presidente Rafael Correa en la Casa de Gobierno, un nuevo jefe de policía y patrullas militares en las principales ciudades del país. Aunque las informaciones fueron contradictorias, los muertos provocados por el intento de golpe fueron por lo menos cuatro y los heridos casi 200. Se decretaron tres días de duelo y se anunció que los policías golpistas serán juzgados por sedición, mientras se estudia si serán además acusados de intento de magnicidio. El gobierno hizo duras acusaciones contra los sectores políticos que apoyaron la intentona.
La grave acusación contra los amotinados fue realizada por Francisco Torres, un asesor presidencial que acompañó a Correa y estuvo también cautivo de los policías. Torres confirmó que el presidente fue “empujado, golpeado y gaseado” al salir del cuartel policial y refugiarse en el hospital y que su impresión fue que los agentes conscientemente querían derrocarlo. “Fueron manipulados, fueron mal informados, pero fue un intento de golpe de Estado y no un reclamo salarial. Correa les explicó que estaban equivocados, que la nueva ley los favorecía”, dijo Torres.
El asesor agregó que “hubo intención de matar al presidente” y que eso no ocurrió porque se refugió en una habitación del hospital, rodeado por varios ministros y funcionarios. “Agreden al presidente, intentan asesinarlo, toman aeropuertos, intentan ocupar el canal público de televisión para tratar de sacarlo del aire... esto sólo puede denominarse golpe de Estado”, definió enfáticamente Torres.
La salida del hospital fue una verdadera aventura, según el asesor: “Primero nos refugiamos en la sala de neonatología, en una oscuridad total. Después salimos hasta un auto blindado, en el que acostamos al presidente y yo entré atrás de milagro, por un hueco de la puerta entreabierta”. El auto logró salir del hospital policial, pese a que recibió cuatro impactos de bala, y afuera se le unió una camioneta de seguridad presidencial, “que se mantuvo fiel en todo momento” pese a que también incluye policías. Torres agradeció a las Fuerzas Especiales, militares y de policías, que ayudaron a recatar a Correa por la fuerza.
Pero el motín forzó la renuncia, ayer, del jefe de la Policía Nacional, Freddy Martínez, que pasó el jueves entero tratando de calmar a sus tropas y evitar el golpe. Martínez explicó que Correa no lo culpaba por el motín, pero que “un comandante irrespetado, maltratado, agredido por sus subalternos no puede quedarse al frente de ellos”. Antes de ser reemplazado en el cargo por el general Floresmilo Ruiz, Martínez pidió públicamente al gobierno que se diera marcha atrás con la nueva ley del servicio público. El mismo reclamo llegó del jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, el general Ernesto González.
El nuevo jefe dijo que la revuelta fue comandada por “un puñado de insensatos, desquiciados, que actuaron de modo violento”, pero que los ecuatorianos “pueden confiar en su policía”. Más tarde, Ruiz se dirigió al cuartel sublevado el jueves, sede del Regimiento Quito, y les habló a sus hombres. El nuevo comandante “llamó a la reflexión” a los policías y les dijo que “la majestad del presidente” no debería haber sido vulnerada.
Al mismo tiempo, el fiscal de distrito Marco Freire trabajaba con sus peritos reuniendo evidencias en el lugar para establecer la cadena de hechos y las responsabilidades por el amotinamiento. Freire confirmó que todos los implicados serán acusados y procesados.
Las calles
La única medida presidencial del día fue el decreto declarando tres días de luto por los muertos en la refriega. Correa no levantó el estado de excepción, con lo que Quito y otras ciudades del país vieron patrullas militares en las calles. Los comercios y los bancos abrieron recién a media mañana y los únicos policías visibles en las calles eran del cuerpo de tránsito. Se anunció que los alumnos volverán a clases recién el lunes. En la autopista al aeropuerto, ya reabierto y operando con normalidad, seguía en su lugar una barrera de grandes piedras colocada por los amotinados. En el centro de la capital, la plaza Grande, donde se encuentra el palacio presidencial, estaba completamente acordonada por militares. En las calles laterales se veían grupos que habían ido a dar su apoyo al presidente. La Fiscalía de Guayaquil, donde los policías se autoacuartelaron, recibió cincuenta denuncias de saqueos y robos realizados el jueves.
En las cercanías del hospital policial tomado por la fuerza todavía se sentía un muy fuerte olor a gas lacrimógenos y una camioneta seguía humeando. En el lugar se veían muebles rotos, ventanas astilladas y marcas de balazos, lo que daba una idea de la fuerza del enfrentamiento. Tirados en la calle se veían todavía volantes de los amotinados reclamando contra el cambio de la ley de empleo público. El director del hospital, César Carrío, confirmó que pese a los destrozos el lugar estaba abierto y atendiendo, y que se había atendido el mismo jueves a 50 heridos en los combates entre policías y militares.
Tres de los muertos en el enfrentamiento del jueves y la madrugada del viernes fueron identificados. Uno es el cabo del ejército Froilán Jiménez, de 29 años, muerto en el tiroteo del hospital durante el rescate del presidente. La muerte de Jiménez conmovió especialmente al país, porque fue vista en directo por televisión y porque el soldado deja un hijo que mañana cumple dos años de edad.
Los otros dos muertos ya identificados son civiles, asesinados en la represión de la marcha de apoyo a Correa que se acercó a su lugar de cautiverio. Son el estudiante de Economía Juan Pablo Bolaños, de 24 años, y Efraín Calderón, de edad y profesión todavía desconocidas. A éstos se les suma al menos uno de los policías amotinados, muerto en el enfrentamiento con las tropas.
Entre los militares y policías leales que tomaron por la fuerza el hospital y rescataron a Correa hubo también 27 heridos, lo que se suma a un número todavía indeterminado de amotinados y a más de cien civiles, hasta llegar a una cifra oficial de 197 en total.
Los civiles
En lo que coincidieron varias voces en el gobierno fue en afirmar que los policías no organizaron ni llevaron a cabo su intentona sin apoyo civil. El renunciado jefe de policía Martínez afirmó que “en la protesta hubo infiltrados que no eran policías y llevaban el rostro descubierto”. El mismo Correa y sus ministros señalaron a la Sociedad Patriótica, que responde al ex coronel y ex presidente Lucio Gutiérrez, derrocado por protestas populares. Miembros de la Sociedad Patriótica intentaron copar la televisión estatal y, al no lograrlo, trataron de cortar la señal.
Gutiérrez rechazó desde Brasil cualquier complicidad con el intento de golpe y dijo que “las acusaciones de Rafael Correa son falsas y temerarias. Siempre me echa la culpa de todo... El gran culpable de este episodio doloroso que ocurrió en Ecuador es Correa, porque su gobierno es abusivo, corrupto y totalitario. Es un gobierno intolerante, que no respeta los derechos de los ciudadanos”.
Curiosamente, Gutiérrez está en Brasil desde el miércoles como observador internacional en las elecciones de mañana. En un reportaje a los medios locales, hasta se permitió dudar de que el episodio haya sido un intento de golpe. “Nadie en Ecuador quiere un golpe de Estado”, dijo ayer. “Correa quiere victimizarse ante el mundo y desviar la atención de la opinión pública del desempleo, de la pobreza y de las denuncias de corrupción. El único golpista es él. El mismo confesó que participó en toda la conspiración que resultó en el golpe contra mi gobierno.”
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Nota de la administradora del blog.
Les parecerá extraño a quienes me siguen que el mismo día en que se registraron los acontecimientos no haya publicado en mi blog. Pero puedo justificar mi ausencia con mi presencia ininterrumpida en Twitter, en el que fui volcando minuto a minuto lo que veía al principio por canales del aire y luego por la TV Pública todo lo que sucedía.
Tanto fue así, que en esos momentos se me sumaron como seguidores nada menos que Revolución Ciudadana la emisora ecuatoriana que reproducía muchos de mis comentarios, que en realidad no eran más que noticias extraídas de la tele y arengas propias, así como también comentarios de mi red de contactos y una televisora mexicana. Esta conexión duró unas cuantas horas, imagino que ha sido igual con mucha gente que desde aquí podía informar a los ecuatorianos, quienes por varias horas se hallaban sin información fidedigna, por lo tanto recurrieron a las redes sociales. Todo fue muy vertiginoso y no dio tiempo a ningún comentario en otro lado, ni siquiera lo hice en facebook, donde tampoco estuve presente. Todo esto al tiempo que me comunicaba por teléfono con mi hija que estaba en la emabajada aquí en Buenos Aires.
Hecha esta aclaración, tengo la necesidad de decir que por primera vez en años de democracia que ya va llevando nuestra América latina, sentí miedo. Sí, miedo, primero por la vida del querido Presidente Correa, tan afín a su pueblo, tan luchador él y tan valiente. Luego por el peligro de que se perdiera la democracia en el país hermano y luego, debo reconocerlo sentí el escalofrío de los 70 en todo mi cuerpo, no, no puede ser me decía a mí misma, otra vez no, otra vez América Latina sojuzgada bajo el imperio y con sus títeres, las fuerzas armadas y de seguridad desgobernando, no, no podía enfrentar esa posibilidad.
Gracias a Dios, a nosotros los pueblos, que ya no somos los mismos, lo de Ecuador nos ha mostrado y ha mostrado al mundo todo, que NUNCA MÁS gobiernos totalitarios en nuestros países y gracias a nuestros gobernantes que desde Cristina a Lula, pasando por Alan García, Chávez y Mujica y en general todos los presidentes latinoamericanos con la Presidencia de Néstor Kirchner como titular de la UNASUR, decidieron intervenir inmediatamente y reunirse en Buenos Aires con miras a ir a rescatar al Presidente Correa que se hallaba secuestrado en un hospital policial en Quito, apenas llegaran todos aquí, gracias a todo esto, la democracia fue reinstalada en Ecuador, como debía ser. La premura fue importante pero gracias a Dios, no hubo que completar la acción, Correa fue rescatado en la noche del 30 de setiembre por su propio pueblo que se lo exigía a las fuerzas armadas.
Todo ese día, todas las acciones tendientes a bajar a un gobierno legítimamente constituido por el voto popular, y toda las acciones siguientes de pueblos y gobernantes de América, a mi entender, han reforzado las democracias de nuestros países y desde ayer, creo que les ha quedado bien claro a los opositores a las democracias, a las oligarquías, al facismo y al imperio que ojo! ya no es tan fácil en América Latina complotar en contra de la voz del pueblo, porque el pueblo latinoamericano ya creció y luchará hasta las últimas consecuencias para salvaguardar sus soberanías. Vale la pena que tomen debida nota en el Norte y aquellos dinosaurios aún enquistados en nuestros propios países. Vale la pena...
Melan.
Fuente. Diario Página 12 digital y propia.
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